Crónica de un ROBO continuado
Parte VI
Jorge Ossa Londoño
Profesor demandado, profesor condenado, profesor subrogado
Los tres nuevos títulos, degradantes, que me ha conferido
la Universidad de Antioquia
Las crisis de la universidad. Siempre nos dijeron, los líderes intelectuales de la Universidad, que las crisis son excepcionalmente útiles para fundamentar el cambio; es decir para otear horizontes hacia el futuro. Por tanto, a las crisis debemos enfrentarlas de manera activa y positiva.
Avanza el siglo XXI, apresurando las mega – crisis globales de democracia, de guerras, de restricciones informáticas, de pandemias y recesiones, de Inteligencia Artificial; todo ello sumado a las crisis sempiternas de desigualdad, de desconocimiento de los derechos más fundamentales, de esclavitudes explícitas y camufladas, de respeto al planeta y a la vida.
La universidad, nuestra Universidad, viene acumulando también sus propias crisis nacidas, quizás, desde las postrimerías del siglo XX cuando los profesores de mi edad éramos los actores principales. Entre esas crisis, crónicas y nuevas; y no tan nuevas, se han señalado: la económica, la violencia de género, la democracia, la transparencia administrativa, la planificación institucional, la disminución de la matrícula y la deserción. Y también la crisis del profesorado, en sus diferentes categorías, colores y sabores, y la crisis de legalidad y moralidad como es la violación de derechos adquiridos; uno de cuyos casos más emblemáticos, pero no el único, es el robo que se nos hace mensualmente a los profesores jubilados de la transición: una mega – crisis estructural y ética… todo servido para una propuesta audaz de cambio paradigmático para nuestra Institución bicentenaria.
En mi catilinaria de hoy quiero referirme al profesorado. Debo anticipar que lo hago con la autoridad que me concede el hecho de haber vivido, intensamente, la Universidad, en calidad de miembro del cuerpo docente, desde 1973 hasta 2003; también lo hago invocando la prudencia necesaria por mi ausencia durante estos primeros 20 años de mi retiro; pero también con la vehemencia que otorga el hecho de haber “regresado”, en calidad de líder gremial, a la asociación de profesores jubilados.
Las preguntas orientadoras podrían ser las siguientes: 1. Cómo ha cambiado el sentido de esa masa académica que llamamos cuerpo docente. 2. Cuáles han sido las dinámicas institucionales que han moldeado las mutaciones en esa población docente. 3. Qué relación podría hallarse entre estas transformaciones y la multicrisis actual. 4. Qué lecciones podríamos derivar para reorientar la institución aquí y ahora.
Otras preguntas más específicas podrían ser las siguientes: ¿Cuál ha sido la trayectoria de la carrera – escalafón del profesorado?, ¿cuál ha sido la trayectoria del “doctorado” en la Universidad de Antioquia?, ¿le sigue quedando “grande” el doctorado a la universidad?, ¿para qué quería la universidad una planta profesoral de doctores?
El tamaño de las preguntas es una invitación para que iniciemos el camino de la reflexión; pero no son preguntas retóricas. Necesitamos respuestas. Y para hilar más delgado podríamos preguntar, adicionalmente: ¿ha acumulado el profesorado un mayor reconocimiento social y unas mejores condiciones de dignidad?, ¿se siente el profesorado más ligado intelectualmente con el proyecto institucional?, ¿ha cambiado, en el profesorado, el sentido de ciudadanía universitaria y de solidaridad gremial?, ¿los dos siglos de lecciones universitarias, acumuladas en los profesores de hoy, han logrado dar a luz un atisbo de construcción de un país nuevo, libre de los colonialismos que nos atan?
¿PODRÍAMOS PENSAR UNA UNIVERSIDAD PROPIA, ADAPTADA A LAS CIRCUNSTANCIAS DE TIEMPO Y LUGAR, ADAPTABLE AL HURACANADO FUTURO, Y ADMINISTRADA DE MANERA EFECTIVA Y EFICIENTE?
Jorge Ossa Londoño. Agosto 31 de 2024